Objetivo: Contribuir al desarrollo
de las habilidades motrices básicas a través de la realización de un cuento
motor.
ANIMACIÓN
- Pepito Grillo camina asustado por la noche… (caminar por el espacio con cara de susto), se acercó a la ventana y dio un salto para ver (nos subimos a una espaldera y hacemos que estamos mirando algo).
- Imitar a Geppetto serrar, imitar también que se está construyendo un muñeco (dar forma a la cabeza, tronco, brazos…).
- Andar por el espacio con una mano agarrando la punta de la nariz y con la otra metida por dentro del arco que se forma. JUEGO: “Pinocho” Dos o tres persiguen a los demás con esta postura. Los tocados/as se convierten en nuevos “pinochos” y los otros dejan de serlo.
PRINCIPAL
- Pinocho ya tiene vida, imitar a Pinocho ir a la escuela, saltando y corriendo por el espacio. Moverse por el espacio en todas las direcciones.
- Se encontró por el camino, cuando iba a la escuela, con un gato y un zorro que lo convencen para no ir . Imitar al gato y al zorro. JUEGO: Intentar barrer los brazos de los compañeros dentro de un espacio delimitado (círculo central por ejemplo).
- Pinocho llega al teatro de títeres; Por parejas. Uno es Pinocho y el otro lo maneja. Para ello, lo conduce por todo el espacio siendo la palma de su mano la referencia a seguir. También se podría hacer uno sentado en el suelo y el otro simular tirar de unos hilos como si fuese una marioneta. Al tirar de “esos hilos” se irían moviendo los brazos, piernas…
- Pinocho vuelve a casa y vuelve a desobedecer, ahora ve a unos niños que van en una carreta al País de los Juguetes. Pinocho no va a la escuela y se va con ellos. En grupos de 5, transportamos a un compañero tendido en una colchoneta deslizándolo por el espacio. Se van cambiando.
- Vuelve a casa y se asusta porque no está Geppetto. Correr asustados por el espacio.
- Pepito Grillo y Geppetto acuden a socorrer a Pinocho. Parejas, dentro de un aro. Por grupos, realizar una carrera de relevos desplazándose dentro del aro. ¿Qué Grupo consigue antes salvar a Geppetto? (dar pasos cortos e intentar ir coordinados, antes de la carrera practicar).
VUELTA
A LA CALMA
- EL ESCULTOR.- Por parejas, uno es el barro y el otro el escultor. Éste moldea el barro hasta formar una figura. Cambiar.
Objetivo: Contribuir al desarrollo
de las habilidades motrices básicas a través de la realización de un cuento
motor.
Había una vez una niña muy bonita. Su madre le había hecho una capa roja y
la muchachita la llevaba tan a menudo que todo el mundo la llamaba Caperucita
Roja.
ANIMACIÓN
- Caperucita se desplaza por espacio en todas direcciones, al encontrarse con alguien lo saluda de diferentes formas. Hay que procurar saludarse con todos los compañeros.
- En parejas, uno de la pareja hace de mamá haciéndole la capa a Caperucita, probándosela, vistiéndola...
PRINCIPAL
Un día, su madre le pidió que llevase unos
pasteles a su abuela que vivía al otro lado del bosque, recomendándole que no
se entretuviese por el camino, pues cruzar el bosque era muy peligroso, ya que
siempre andaba acechando por allí el lobo.
- La mitad hace de lobos a cuatro patas y los otros hacen de caperucita, que irán desplazándose como si llevan una cesta. Si un lobo toca a una caperucita cambio de rol.
Caperucita Roja recogió la cesta con los pasteles y se puso en camino. La niña
tenía que atravesar el bosque para llegar a casa de la Abuelita, pero no le
daba miedo porque allí siempre se encontraba con muchos amigos: los pájaros,
las ardillas...
- Atravesamos los bancos suecos simulando que cruzamos varios puentes.
De
repente vio al lobo, que era enorme, delante de ella.
- ¿A
dónde vas, niña?- le preguntó el lobo con su voz ronca.
- A
casa de mi Abuelita- le dijo Caperucita.
- No
está lejos- pensó el lobo para sí, dándose media vuelta.
Caperucita puso su cesta en la hierba y se entretuvo cogiendo flores: - El lobo
se ha ido -pensó-, no tengo nada que temer. La abuela se pondrá muy contenta
cuando le lleve un hermoso ramo de flores además de los pasteles.
- Carrera de relevos en cuadrupedia, simulando la carrera que hace el lobo hacia la casa de la abuelita.
Mientras tanto, el lobo se fue a casa de la Abuelita, llamó suavemente a la
puerta y la anciana le abrió pensando que era Caperucita. Un cazador que pasaba
por allí había observado la llegada del lobo.
El lobo devoró a la Abuelita y se puso el gorro rosa de la desdichada, se metió
en la cama y cerró los ojos. No tuvo que esperar mucho, pues Caperucita Roja
llegó enseguida, toda contenta.
La niña se acercó a la cama y vio que su abuela estaba muy cambiada.
-
Abuelita, abuelita, ¡qué ojos más grandes tienes!
- Son
para verte mejor- dijo el lobo tratando de imitar la voz de la abuela.
-
Abuelita, abuelita, ¡qué orejas más grandes tienes!
- Son
para oírte mejor- siguió diciendo el lobo.
-
Abuelita, abuelita, ¡qué dientes más grandes tienes!
- Son
para...¡comerte mejoooor!- y diciendo esto, el lobo malvado se abalanzó sobre
la niñita y la devoró, lo mismo que había hecho con la abuelita.
- Uno hace de lobo feroz tendido en el suelo boca abajo, caperucita tiene que intentar darle la vuelta para saber de quien se trata.
Mientras tanto, el cazador se había quedado preocupado y creyendo adivinar las
malas intenciones del lobo, decidió echar un vistazo a ver si todo iba bien en
la casa de la Abuelita. Pidió ayuda a un segador y los dos juntos llegaron al
lugar. Vieron la puerta de la casa abierta y al lobo tumbado en la cama,
dormido de tan harto que estaba.
El cazador sacó su cuchillo y rajó el vientre del lobo. La Abuelita y
Caperucita estaban allí, ¡vivas!.
- Entre varios llevamos al lobo encima de una colchoneta y lo desplazamos por el espacio
Para castigar al lobo malo, el cazador le llenó el vientre de piedras y
luego lo volvió a cerrar. Cuando el lobo despertó de su pesado sueño, sintió
muchísima sed y se dirigió a un estanque próximo para beber. Como las piedras
pesaban mucho, cayó en el estanque de cabeza y se ahogó.
En cuanto a Caperucita y su abuela, no sufrieron más que un gran susto, pero
Caperucita Roja había aprendido la lección. Prometió a su Abuelita no hablar
con ningún desconocido que se encontrara en el camino. De ahora en adelante,
seguiría las juiciosas recomendaciones de su Abuelita y de su Mamá.
VUELTA
A LA CALMA
Comentamos
que nunca se deben fiar de personas desconocidas y deben ser siempre
obedientes. Recogida material
Objetivo: Contribuir al desarrollo
de las habilidades motrices básicas a través de la realización de un cuento
motor.
Hace mucho, muchísimo tiempo, en
la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus
gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles
invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando,
insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien
provistas despensas.
ANIMACIÓN
- En un espacio limitado 4 o 5 alumnos se desplazan en cuadrupedia imitando a los ratones. Los demás se desplazan a la pata coja. Los tocados se transforman en ratones hasta estar toda la clase convertida en ratones.
- VARIANTE: Dejamos bancos suecos por el espacio, colchonetas, aros...y todos se desplazan como si fuesen ratones.
Nadie acertaba a comprender la
causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar
con tan inquitante plaga.
Por más que pretendían
exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y
más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, se
enseñoreaba de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían
asustados.
- LOS FUMIGADORES: Dos grupos, uno hace de ratones y los otros de fumigadores. Los ratones tienen que pasar entre los fumigadores que simulan fumigarlos. Cambio de rol.
Ante la gravedad de la
situación, los prohombres de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la
voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien
monedas de oro a quien nos libre de los ratones".
Al
poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien
nadie había visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche
no quedará ni un sólo ratón en Hamelín".
Dicho esto, comenzó a pasear por
las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía
que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían
embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.
PRINCIPAL
- Imitamos al flautista, llevaba un sombrero y una flauta. Damos a los alumnos unos saquitos de arena que tendrán que llevar sobre la cabeza a modo de sombrero. Deberán ir lo más estirados posible y con los hombres hacia atrás (figura espigada del flautista).
- VARIANTE: Mitad de la clase con el saquito haciendo de flautista, la otra hacen de ratones. Los ratones persiguen a su flautista favorito.
Y así, caminando y tocando, los
llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las
murallas de la ciudad.
- En grupos de cinco, uno hace de flautista y los otros hacen de ratones. El flautista les da un recorrido por el espacio. Cambio de rol. Los ratones se desplazan en cuclillas.
Por aquel lugar pasaba un
caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los
ratones perecieron ahogados.
- Atravesamos dos bancos suecos colocados en paralelo poniendo un pie en cada banco, al terminar regresamos en cuadrupedia entre los bancos (se ahogan). Los compañeros siguen pasando por encima.
- Atravesar tres bancos invertidos. Al final del último espera una colchoneta (el agua) se tiran, y hacen una voltereta hacia adelante
Los hamelineses, al verse al fin
libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y
satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos estaban que
organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo
excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche.
- Bailamos y cantamos la canción de La Mané, celebrando que los ratones se han marchado.
- Ponemos música de Nosa así voce me mata.
A la
mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los
prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa.
Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le
contestaron: "¡Vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos
tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".
Y dicho
esto, los orondos prohombres del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda
profiriendo grandes carcajadas.
Furioso
por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que
hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez,
insistentemente.
Pero
esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad
quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del
extraño músico.
- Lío humano.- Todos agarrados por la mano, el primero va marcando un recorrido y todos lo van siguiendo de tal forma que se vaya haciendo un lío humano. Uno que queda fuera debe deshacer el nudo sin que nadie se suelte de las manos.
- VARIANTE: Trenes ciegos: En fila con las manos posadas sobre los hombros del delante, todos van con los ojos cerrados menos el último. Este les va dirigiendo izquierda o derecha, de frente, stop, con golpeos en los hombros del de delante. (Los ciegos son los niños, y el flautista es el último que los dirige por donde quiere).
Cogidos
de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos
de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir
que siguieran al flautista.
Nada lograron y el flautista se
los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adónde, y los niños, al
igual que losratones, nunca jamás volvieron.
En la ciudad sólo quedaron sus
opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas,
protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.
Y esto fue lo que sucedió hace
muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más
que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.
VUELTA
A LA CALMA
- Sentados en círculo reflexionamos sobre el cuento haciendo hincapié que si se promete algo es necesario cumplirlo.Recogida del material
Objetivo: Contribuir al desarrollo
de las habilidades motrices básicas a través de la realización de un cuento
motor.
Un
molinero dejó, como única herencia a sus tres hijos, su molino, su burro y su
gato. El reparto fue bien simple: no se necesitó llamar ni al abogado ni al
notario. Habrían consumido todo el pobre patrimonio.
ANIMACIÓN
El
mayor recibió el molino, el segundo se quedó con el burro y al menor le tocó
sólo el gato. Este se lamentaba de su mísera herencia:
- Unos hacen de molinos moviendo los brazos en aspa, otros hacen de burros y otros de gato. Los burros persiguen a los gatos en cuadrupedia, si cualquiera es tocado por los molinos se queda petrificado. Cambio de rol.
- Idem. A la
señal de molino hacemos el molino, a la señal hacemos de burritos, a la
señal hacemos de gatitos.
-Mis hermanos -decía- podrán ganarse la vida convenientemente trabajando juntos; lo que es yo, después de comerme a mi gato y de hacerme un manguito con su piel, me moriré de hambre.
El gato, que escuchaba estas palabras, pero se hacía el desentendido, le dijo en tono serio y pausado:
-No debéis afligiros, mi señor, no tenéis más que proporcionarme una bolsa y un par de botas para andar por entre los matorrales, y veréis que vuestra herencia no es tan pobre como pensáis.
- Dejamos las zapatillas en una esquina del gimnasio. A la señal deben ir a coger una, buscar a su dueño y ponérsela. Calzamos al gato con botas.
PRINCIPAL
Aunque el amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar tantas muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los pies o esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de verse socorrido por él en su miseria.
Aunque el amo del gato no abrigara sobre esto grandes ilusiones, le había visto dar tantas muestras de agilidad para cazar ratas y ratones, como colgarse de los pies o esconderse en la harina para hacerse el muerto, que no desesperó de verse socorrido por él en su miseria.
Los
gatitos demuestran su agilidad atravesando un banco en cuadrupedia y después
subir por los peldaños de la espaldera.
Variante:
Podemos enganchar el banco a la espaldera, van subiendo uno a uno y después
bajan por él.
Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y echándose la bolsa al cuello, sujetó los cordones de ésta con las dos patas delanteras, y se dirigió a un campo donde había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su saco y tendiéndose en el suelo como si estuviese muerto, aguardó a que algún conejillo, poco conocedor aún de las astucias de este mundo, viniera a meter su hocico en la bolsa para comer lo que había dentro. No bien se hubo recostado, cuando se vio satisfecho. Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.
Cuando el gato tuvo lo que había pedido, se colocó las botas y echándose la bolsa al cuello, sujetó los cordones de ésta con las dos patas delanteras, y se dirigió a un campo donde había muchos conejos. Puso afrecho y hierbas en su saco y tendiéndose en el suelo como si estuviese muerto, aguardó a que algún conejillo, poco conocedor aún de las astucias de este mundo, viniera a meter su hocico en la bolsa para comer lo que había dentro. No bien se hubo recostado, cuando se vio satisfecho. Un atolondrado conejillo se metió en el saco y el maestro gato, tirando los cordones, lo encerró y lo mató sin misericordia.
Hacemos
de conejitos saltando por el espacio. A la señal cambiamos a gatitos. Así
varias veces.
Muy ufano con su presa, fuese donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron subir a los aposentos de Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el rey, y le dijo:
-He aquí, Majestad, un conejo de campo que el señor Marqués de Carabás (era el nombre que inventó para su amo) me ha encargado obsequiaros de su parte.
-Dile a tu amo, respondió el Rey, que le doy las gracias y que me agrada mucho.
En otra ocasión, se ocultó en un trigal, dejando siempre su saco abierto; y cuando en él entraron dos perdices, tiró los cordones y las cazó a ambas. Fue en seguida a ofrendarlas al Rey, tal como había hecho con el conejo de campo. El Rey recibió también con agrado las dos perdices, y ordenó que le diesen de beber.
El gato continuó así durante dos o tres meses llevándole de vez en cuando al Rey productos de caza de su amo. Un día supo que el Rey iría a pasear a orillas del río con su hija, la más hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo:
-Sí queréis seguir mi consejo, vuestra fortuna está hecha: no tenéis más que bañaros en el río, en el sitio que os mostraré, y en seguida yo haré lo demás.
Muy ufano con su presa, fuese donde el rey y pidió hablar con él. Lo hicieron subir a los aposentos de Su Majestad donde, al entrar, hizo una gran reverencia ante el rey, y le dijo:
-He aquí, Majestad, un conejo de campo que el señor Marqués de Carabás (era el nombre que inventó para su amo) me ha encargado obsequiaros de su parte.
-Dile a tu amo, respondió el Rey, que le doy las gracias y que me agrada mucho.
En otra ocasión, se ocultó en un trigal, dejando siempre su saco abierto; y cuando en él entraron dos perdices, tiró los cordones y las cazó a ambas. Fue en seguida a ofrendarlas al Rey, tal como había hecho con el conejo de campo. El Rey recibió también con agrado las dos perdices, y ordenó que le diesen de beber.
El gato continuó así durante dos o tres meses llevándole de vez en cuando al Rey productos de caza de su amo. Un día supo que el Rey iría a pasear a orillas del río con su hija, la más hermosa princesa del mundo, y le dijo a su amo:
-Sí queréis seguir mi consejo, vuestra fortuna está hecha: no tenéis más que bañaros en el río, en el sitio que os mostraré, y en seguida yo haré lo demás.
Reptamos
por el espacio, como si estuviesemos nadando, hacemos con los brazos
movimientos de nado a braza.
El Marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber de qué serviría. Mientras se estaba bañando, el Rey pasó por ahí, y el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas:
-¡Socorro, socorro! ¡El señor Marqués de Carabás se está ahogando!
Al oír el grito, el Rey asomó la cabeza por la portezuela y, reconociendo al gato que tantas veces le había llevado caza, ordenó a sus guardias que acudieran rápidamente a socorrer al Marqués de Carabás. En tanto que sacaban del río al pobre Marqués, el gato se acercó a la carroza y le dijo al Rey que mientras su amo se estaba bañando, unos ladrones se habían llevado sus ropas pese a haber gritado ¡al ladrón! con todas sus fuerzas; el pícaro del gato las había escondido debajo de una enorme piedra.
El Rey ordenó de inmediato a los encargados de su guardarropa que fuesen en busca de sus más bellas vestiduras para el señor Marqués de Carabás. El Rey le hizo mil atenciones, y como el hermoso traje que le acababan de dar realzaba su figura, ya que era apuesto y bien formado, la hija del Rey lo encontró muy de su agrado; bastó que el Marqués de Carabás le dirigiera dos o tres miradas sumamente respetuosas y algo tiernas, y ella quedó locamente enamorada.
El Rey quiso que subiera a su carroza y lo acompañara en el paseo. El gato, encantado al ver que su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y habiendo encontrado a unos campesinos que segaban un prado, les dijo:
El Marqués de Carabás hizo lo que su gato le aconsejó, sin saber de qué serviría. Mientras se estaba bañando, el Rey pasó por ahí, y el gato se puso a gritar con todas sus fuerzas:
-¡Socorro, socorro! ¡El señor Marqués de Carabás se está ahogando!
Al oír el grito, el Rey asomó la cabeza por la portezuela y, reconociendo al gato que tantas veces le había llevado caza, ordenó a sus guardias que acudieran rápidamente a socorrer al Marqués de Carabás. En tanto que sacaban del río al pobre Marqués, el gato se acercó a la carroza y le dijo al Rey que mientras su amo se estaba bañando, unos ladrones se habían llevado sus ropas pese a haber gritado ¡al ladrón! con todas sus fuerzas; el pícaro del gato las había escondido debajo de una enorme piedra.
El Rey ordenó de inmediato a los encargados de su guardarropa que fuesen en busca de sus más bellas vestiduras para el señor Marqués de Carabás. El Rey le hizo mil atenciones, y como el hermoso traje que le acababan de dar realzaba su figura, ya que era apuesto y bien formado, la hija del Rey lo encontró muy de su agrado; bastó que el Marqués de Carabás le dirigiera dos o tres miradas sumamente respetuosas y algo tiernas, y ella quedó locamente enamorada.
El Rey quiso que subiera a su carroza y lo acompañara en el paseo. El gato, encantado al ver que su proyecto empezaba a resultar, se adelantó, y habiendo encontrado a unos campesinos que segaban un prado, les dijo:
Imitamos
a los segadarores segando la hierba.
-Buenos segadores, si no decís al Rey que el prado que estáis segando es del Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.
Por cierto que el Rey preguntó a los segadores de quién era ese prado que estaban segando.
-Es del señor Marqués de Carabás -dijeron a una sola voz, puesto que la amenaza del gato los había asustado.
-Tenéis aquí una hermosa heredad -dijo el Rey al Marqués de Carabás.
-Veréis, Majestad, es una tierra que no deja de producir con abundancia cada año.
El maestro gato, que iba siempre delante, encontró a unos campesinos que cosechaban y les dijo:
-Buena gente que estáis cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.
El Rey, que pasó momentos después, quiso saber a quién pertenecían los campos que veía.
-Son del señor Marqués de Carabás, contestaron los campesinos, y el Rey nuevamente se alegró con el Marqués.
El gato, que iba delante de la carroza, decía siempre lo mismo a todos cuantos encontraba; y el Rey estaba muy asombrado con las riquezas del señor Marqués de Carabás.
El maestro gato llegó finalmente ante un hermoso castillo cuyo dueño era un ogro, el más rico que jamás se hubiera visto, pues todas las tierras por donde habían pasado eran dependientes de este castillo.
El gato, que tuvo la precaución de informarse acerca de quién era este ogro y de lo que sabía hacer, pidió hablar con él, diciendo que no había querido pasar tan cerca de su castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. El ogro lo recibió en la forma más cortés que puede hacerlo un ogro y lo invitó a descansar.
-Me han asegurado -dijo el gato- que vos tenías el don de convertiros en cualquier clase de animal; que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante.
-Buenos segadores, si no decís al Rey que el prado que estáis segando es del Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.
Por cierto que el Rey preguntó a los segadores de quién era ese prado que estaban segando.
-Es del señor Marqués de Carabás -dijeron a una sola voz, puesto que la amenaza del gato los había asustado.
-Tenéis aquí una hermosa heredad -dijo el Rey al Marqués de Carabás.
-Veréis, Majestad, es una tierra que no deja de producir con abundancia cada año.
El maestro gato, que iba siempre delante, encontró a unos campesinos que cosechaban y les dijo:
-Buena gente que estáis cosechando, si no decís que todos estos campos pertenecen al Marqués de Carabás, os haré picadillo como carne de budín.
El Rey, que pasó momentos después, quiso saber a quién pertenecían los campos que veía.
-Son del señor Marqués de Carabás, contestaron los campesinos, y el Rey nuevamente se alegró con el Marqués.
El gato, que iba delante de la carroza, decía siempre lo mismo a todos cuantos encontraba; y el Rey estaba muy asombrado con las riquezas del señor Marqués de Carabás.
El maestro gato llegó finalmente ante un hermoso castillo cuyo dueño era un ogro, el más rico que jamás se hubiera visto, pues todas las tierras por donde habían pasado eran dependientes de este castillo.
El gato, que tuvo la precaución de informarse acerca de quién era este ogro y de lo que sabía hacer, pidió hablar con él, diciendo que no había querido pasar tan cerca de su castillo sin tener el honor de hacerle la reverencia. El ogro lo recibió en la forma más cortés que puede hacerlo un ogro y lo invitó a descansar.
-Me han asegurado -dijo el gato- que vos tenías el don de convertiros en cualquier clase de animal; que podíais, por ejemplo, transformaros en león, en elefante.
Marcando
el ritmo con un pandero, somos ogros (ritmo lento, andamos con los brazos
estirados haciéndonos grandes); somos elefantes (andamos agarrándonos la nariz
y metiendo el otro brazo por el hueco que queda, marcar una percusión
distinta); somos ratones (agachados, ritmo percusión rápido y repetitivo)
-Es cierto -respondió el ogro con brusquedad- y para demostrarlo veréis cómo me convierto en león.
El gato se asustó tanto al ver a un león delante de él que en un santiamén se trepó a las canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas que nada servían para andar por las tejas.
Algún rato después, viendo que el ogro había recuperado su forma primitiva, el gato bajó y confesó que había tenido mucho miedo.
-Además me han asegurado -dijo el gato- pero no puedo creerlo, que vos también tenéis el poder de adquirir la forma del más pequeño animalillo; por ejemplo, que podéis convertiros en un ratón, en una rata; os confieso que eso me parece imposible.
-¿Imposible? -repuso el ogro- ya veréis-; y al mismo tiempo se transformó en una rata que se puso a correr por el piso.
Apenas la vio, el gato se echó encima de ella y se la comió.
Entretanto, el Rey, que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso entrar. El gato, al oír el ruido del carruaje que atravesaba el puente levadizo, corrió adelante y le dijo al Rey:
-Vuestra Majestad sea bienvenida al castillo del señor Marqués de Carabás.
-¡Cómo, señor Marqués -exclamó el rey- este castillo también os pertenece! Nada hay más bello que este patio y todos estos edificios que lo rodean; veamos el interior, por favor.
El Marqués ofreció la mano a la joven Princesa y, siguiendo al Rey que iba primero, entraron a una gran sala donde encontraron una magnífica colación que el ogro había mandado preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales no se habían atrevido a entrar, sabiendo que el Rey estaba allí.
El Rey, encantado con las buenas cualidades del señor Marqués de Carabás, al igual que su hija, que ya estaba loca de amor viendo los valiosos bienes que poseía, le dijo, después de haber bebido cinco o seis copas:
-Sólo dependerá de vos, señor Marqués, que seáis mi yerno.
El Marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le hacia el Rey; y ese mismo día se casó con la Princesa. El gato se convirtió en gran señor, y ya no corrió tras las ratas sino para divertirse.
-Es cierto -respondió el ogro con brusquedad- y para demostrarlo veréis cómo me convierto en león.
El gato se asustó tanto al ver a un león delante de él que en un santiamén se trepó a las canaletas, no sin pena ni riesgo a causa de las botas que nada servían para andar por las tejas.
Algún rato después, viendo que el ogro había recuperado su forma primitiva, el gato bajó y confesó que había tenido mucho miedo.
-Además me han asegurado -dijo el gato- pero no puedo creerlo, que vos también tenéis el poder de adquirir la forma del más pequeño animalillo; por ejemplo, que podéis convertiros en un ratón, en una rata; os confieso que eso me parece imposible.
-¿Imposible? -repuso el ogro- ya veréis-; y al mismo tiempo se transformó en una rata que se puso a correr por el piso.
Apenas la vio, el gato se echó encima de ella y se la comió.
Entretanto, el Rey, que al pasar vio el hermoso castillo del ogro, quiso entrar. El gato, al oír el ruido del carruaje que atravesaba el puente levadizo, corrió adelante y le dijo al Rey:
-Vuestra Majestad sea bienvenida al castillo del señor Marqués de Carabás.
-¡Cómo, señor Marqués -exclamó el rey- este castillo también os pertenece! Nada hay más bello que este patio y todos estos edificios que lo rodean; veamos el interior, por favor.
El Marqués ofreció la mano a la joven Princesa y, siguiendo al Rey que iba primero, entraron a una gran sala donde encontraron una magnífica colación que el ogro había mandado preparar para sus amigos que vendrían a verlo ese mismo día, los cuales no se habían atrevido a entrar, sabiendo que el Rey estaba allí.
El Rey, encantado con las buenas cualidades del señor Marqués de Carabás, al igual que su hija, que ya estaba loca de amor viendo los valiosos bienes que poseía, le dijo, después de haber bebido cinco o seis copas:
-Sólo dependerá de vos, señor Marqués, que seáis mi yerno.
El Marqués, haciendo grandes reverencias, aceptó el honor que le hacia el Rey; y ese mismo día se casó con la Princesa. El gato se convirtió en gran señor, y ya no corrió tras las ratas sino para divertirse.
VUELTA
A LA CALMA
Sentados
en círculo menos uno que está en el medio. El del medio pregunta a uno: ¿Me
quieres amor? y si este contesta: sí te quiero, todos tienen que cambiarse de
sitio y el del medio pillar uno. Si contesta: no pero quiero a Ana y Alberto
(por ejemplo), solo se cambian esos dos, teniendo el del medio que ocupar un
hueco antes de ellos. Relacionándolo con el cuento, intentamos echarnos
novio o novia.
Objetivo: Contribuir al desarrollo
de las habilidades motrices básicas a través de la realización de un cuento
motor.
Hace
muchos años había un Emperador tan aficionado a los trajes nuevos, que gastaba
todas sus rentas en vestir con la máxima elegancia.
No se
interesaba por sus soldados ni por el teatro, ni le gustaba salir de paseo por
el campo, a menos que fuera para lucir sus trajes nuevos. Tenía un vestido
distinto para cada hora del día, y de la misma manera que se dice de un rey:
“Está en el Consejo”, de nuestro hombre se decía: “El Emperador está en el
vestuario”.
ANIMACIÓN
- Simulan que van a unos grandes almacenes y se prueban y compran varias prendas.
- Cada uno de ellos deja una zapatilla o la chaqueta del chandall en el suelo en un montón. A la señal deben ir a por una zapatilla o chaqueta y colocársela a su dueño.
La
ciudad en que vivía el Emperador era muy alegre y bulliciosa. Todos los días
llegaban a ella muchísimos extranjeros, y una vez se presentaron dos truhanes
que se hacían pasar por tejedores, asegurando que sabían tejer las más
maravillosas telas. No solamente los colores y los dibujos eran hermosísimos,
sino que las prendas con ellas confeccionadas poseían la milagrosa virtud de
ser invisibles a toda persona que no fuera apta para su cargo o que fuera
irremediablemente estúpida.
PRINCIPAL
Los
truhanes llegaban en caballos. Uno se sube encima del otro (jinete) y el otro
hace de caballo dándole una vuelta por el espacio.Cambio de rol.
-¡Deben
ser vestidos magníficos! -pensó el Emperador-. Si los tuviese, podría averiguar
qué funcionarios del reino son ineptos para el cargo que ocupan. Podría
distinguir entre los inteligentes y los tontos. Nada, que se pongan enseguida a
tejer la tela-. Y mandó abonar a los dos pícaros un buen adelanto en metálico,
para que pusieran manos a la obra cuanto antes.
Ellos
montaron un telar y simularon que trabajaban; pero no tenían nada en la
máquina. A pesar de ello, se hicieron suministrar las sedas más finas y el oro
de mejor calidad, que se embolsaron bonitamente, mientras seguían haciendo como
que trabajaban en los telares vacíos hasta muy entrada la noche.
Parejas,
uno tendido en el suelo, el otro le mide las partes de su cuerpo con palmadas.
Necesitamos medir el cuerpo del "rey", para ello utilizamos la palma
de la mano. Cambio de rol.
«Me
gustaría saber si avanzan con la tela»-, pensó el Emperador. Pero había una
cuestión que lo tenía un tanto cohibido, a saber, que un hombre que fuera
estúpido o inepto para su cargo no podría ver lo que estaban tejiendo. No es
que temiera por sí mismo; sobre este punto estaba tranquilo; pero, por si
acaso, prefería enviar primero a otro, para cerciorarse de cómo andaban las
cosas. Todos los habitantes de la ciudad estaban informados de la particular
virtud de aquella tela, y todos estaban impacientes por ver hasta qué punto su
vecino era estúpido o incapaz.
«Enviaré
a mi viejo ministro a que visite a los tejedores -pensó el Emperador-. Es un
hombre honrado y el más indicado para juzgar de las cualidades de la tela, pues
tiene talento, y no hay quien desempeñe el cargo como él».
El
viejo y digno ministro se presentó, pues, en la sala ocupada por los dos
embaucadores, los cuales seguían trabajando en los telares vacíos. «¡Dios nos
ampare! -pensó el ministro para sus adentros, abriendo unos ojos como
naranjas-. ¡Pero si no veo nada!». Sin embargo, no soltó palabra.
Por
parejas, uno describe corporalmente al otro cómo es el traje. Si es grande,
pequeño, de qué color. Intenta dar todos los detalles que pueda pero sin
utilzar el habla. Cambio de rol. Cambio de pareja.
Los dos
fulleros le rogaron que se acercase y le preguntaron si no encontraba
magníficos el color y el dibujo. Le señalaban el telar vacío, y el pobre hombre
seguía con los ojos desencajados, pero sin ver nada, puesto que nada había.
«¡Dios santo! -pensó-. ¿Seré tonto acaso? Jamás lo hubiera creído, y nadie
tiene que saberlo. ¿Es posible que sea inútil para el cargo? No, desde luego no
puedo decir que no he visto la tela».
-¿Qué?
¿No dice Vuecencia nada del tejido? -preguntó uno de los tejedores.
-¡Oh,
precioso, maravilloso! -respondió el viejo ministro mirando a través de los
lentes-. ¡Qué dibujo y qué colores! Desde luego, diré al Emperador que me ha
gustado extraordinariamente.
-Nos da
una buena alegría -respondieron los dos tejedores, dándole los nombres de los
colores y describiéndole el raro dibujo. El viejo tuvo buen cuidado de quedarse
las explicaciones en la memoria para poder repetirlas al Emperador; y así lo
hizo.
Los
estafadores pidieron entonces más dinero, seda y oro, ya que lo necesitaban
para seguir tejiendo. Todo fue a parar a sus bolsillos, pues ni una hebra se
empleó en el telar, y ellos continuaron, como antes, trabajando en las máquinas
vacías.
Poco
después el Emperador envió a otro funcionario de su confianza a inspeccionar el
estado de la tela e informarse de si quedaría pronto lista. Al segundo le ocurrió
lo que al primero; miró y miró, pero como en el telar no había nada, nada pudo
ver.
-¿Verdad
que es una tela bonita? -preguntaron los dos tramposos, señalando y explicando
el precioso dibujo que no existía.
«Yo no
soy tonto -pensó el hombre-, y el empleo que tengo no lo suelto. Sería muy
fastidioso. Es preciso que nadie se dé cuenta». Y se deshizo en alabanzas de la
tela que no veía, y ponderó su entusiasmo por aquellos hermosos colores y aquel
soberbio dibujo.
-¡Es
digno de admiración! -dijo al Emperador.
Todos
los moradores de la capital hablaban de la magnífica tela, tanto, que el
Emperador quiso verla con sus propios ojos antes de que la sacasen del telar.
Seguido de una multitud de personajes escogidos, entre los cuales figuraban los
dos probos funcionarios de marras, se encaminó a la casa donde paraban los
pícaros, los cuales continuaban tejiendo con todas sus fuerzas, aunque sin
hebras ni hilados.
-¿Verdad
que es admirable? -preguntaron los dos honrados dignatarios-. Fíjese Vuestra
Majestad en estos colores y estos dibujos -y señalaban el telar vacío, creyendo
que los demás veían la tela.
«¡Cómo!
-pensó el Emperador-. ¡Yo no veo nada! ¡Esto es terrible! ¿Seré tan tonto?
¿Acaso no sirvo para emperador? Sería espantoso».
-¡Oh,
sí, es muy bonita! -dijo-. Me gusta, la apruebo-. Y con un gesto de agrado
miraba el telar vacío; no quería confesar que no veía nada.
Todos
los componentes de su séquito miraban y remiraban, pero ninguno sacaba nada en
limpio; no obstante, todo era exclamar, como el Emperador: -¡oh, qué bonito!-,
y le aconsejaron que estrenase los vestidos confeccionados con aquella tela en
la procesión que debía celebrarse próximamente. -¡Es preciosa, elegantísima,
estupenda!- corría de boca en boca, y todo el mundo parecía extasiado con ella.
El
Emperador concedió una condecoración a cada uno de los dos bribones para que se
las prendieran en el ojal, y los nombró tejedores imperiales.
Durante
toda la noche que precedió al día de la fiesta, los dos embaucadores estuvieron
levantados, con dieciséis lámparas encendidas, para que la gente viese que
trabajaban activamente en la confección de los nuevos vestidos del Soberano.
Simularon quitar la tela del telar, cortarla con grandes tijeras y coserla con
agujas sin hebra; finalmente, dijeron: -¡Por fin, el vestido está listo!
Llegó
el Emperador en compañía de sus caballeros principales, y los dos truhanes,
levantando los brazos como si sostuviesen algo, dijeron:
-Esto
son los pantalones. Ahí está la casaca. -Aquí tienen el manto... Las prendas
son ligeras como si fuesen de telaraña; uno creería no llevar nada sobre el
cuerpo, mas precisamente esto es lo bueno de la tela.
-¡Sí!
-asintieron todos los cortesanos, a pesar de que no veían nada, pues nada
había.
-¿Quiere
dignarse Vuestra Majestad quitarse el traje que lleva -dijeron los dos
bribones- para que podamos vestirle el nuevo delante del espejo?
Quitose
el Emperador sus prendas, y los dos simularon ponerle las diversas piezas del
vestido nuevo, que pretendían haber terminado poco antes. Y cogiendo al
Emperador por la cintura, hicieron como si le atasen algo, la cola seguramente;
y el Monarca todo era dar vueltas ante el espejo.
-¡Dios,
y qué bien le sienta, le va estupendamente! -exclamaban todos-. ¡Vaya dibujo y
vaya colores! ¡Es un traje precioso!
-El
palio bajo el cual irá Vuestra Majestad durante la procesión, aguarda ya en la
calle - anunció el maestro de Ceremonias.
-Muy
bien, estoy a punto -dijo el Emperador-. ¿Verdad que me sienta bien? - y
volviose una vez más de cara al espejo, para que todos creyeran que veía el
vestido.
Los
ayudas de cámara encargados de sostener la cola bajaron las manos al suelo como
para levantarla, y avanzaron con ademán de sostener algo en el aire; por nada
del mundo hubieran confesado que no veían nada. Y de este modo echó a andar el
Emperador bajo el magnífico palio, mientras el gentío, desde la calle y las
ventanas, decía:
-¡Qué
preciosos son los vestidos nuevos del Emperador! ¡Qué magnífica cola! ¡Qué
hermoso es todo!
Nadie
permitía que los demás se diesen cuenta de que nada veía, para no ser tenido
por incapaz en su cargo o por estúpido. Ningún traje del Monarca había tenido
tanto éxito como aquél.
Hacemos
una pasarela de modelos, el rey desfila. Unos son los modelos, los reyes, y los
otros los fotógrafos. Cambio de rol. Música de Pret a porter.
-¡Pero
si no lleva nada! -exclamó de pronto un niño.
-¡Dios
bendito, escuchen la voz de la inocencia! -dijo su padre; y todo el mundo se
fue repitiendo al oído lo que acababa de decir el pequeño.
-¡No
lleva nada; es un chiquillo el que dice que no lleva nada!
-¡Pero
si no lleva nada! -gritó, al fin, el pueblo entero.
Aquello
inquietó al Emperador, pues barruntaba que el pueblo tenía razón; mas pensó:
«Hay que aguantar hasta el fin». Y siguió más altivo que antes; y los ayudas de
cámara continuaron sosteniendo la inexistente cola.
VUELTA
A LA CALMA
Hacer
una reflexión acerca del consumismo de la sociedad actual. Recogida material.
No hay comentarios:
Publicar un comentario