1. Alimentación y nutrición del deportista
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Alimentación: es lo que elegimos comer.
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Nutrición: es cómo el cuerpo transforma esos alimentos en energía y materiales para crecer, reparar y rendir.
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Una buena alimentación no sustituye al entrenamiento, pero una mala dieta puede arruinar el rendimiento incluso de un deportista entrenado.
2. Rueda de los alimentos
Agrupa los alimentos por su función:
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Plásticos o formadores (proteínas, color rojo): leche, queso, carne, pescado, huevos. Construyen y reparan músculos.
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Mixtos (color naranja): legumbres, patatas, frutos secos. Dan energía, proteínas y fibra.
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Reguladores (color verde): frutas y verduras. Aportan vitaminas, minerales y fibra.
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Energéticos (color amarillo): cereales, miel, azúcar, aceites, grasas. Son la gasolina del cuerpo.
➡ Comer variado cada día evita carencias.
3. Necesidades energéticas del deportista
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Cada deportista necesita energía según su edad, sexo, peso, tipo de deporte, duración e intensidad.
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La alimentación debe cubrir lo que se gasta para mantener un peso adecuado y un buen rendimiento.
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Una dieta equilibrada asegura reservas de glucógeno (energía rápida) para entrenar y competir.
4. Principios inmediatos (macronutrientes)
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Hidratos de carbono (60-65% de la dieta): principal fuente de energía. Están en pan, pasta, arroz, patata, frutas. Pueden ser:
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Simples (absorción rápida: azúcar, miel, fruta madura).
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Complejos (absorción lenta: cereales, legumbres, pasta).
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Grasas (20-30%): dan energía de reserva. Las mejores son vegetales (aceite de oliva, frutos secos) y pescado azul.
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Proteínas (12-15%): construyen músculos, huesos, hormonas. Están en carne, pescado, huevos y lácteos. Un exceso puede dañar la salud.
5. Micronutrientes (vitaminas y minerales)
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No dan energía, pero son esenciales para regular procesos vitales.
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Vitaminas:
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A: vista y tejidos.
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D: huesos y absorción de calcio.
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C: cicatrización y defensas.
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Grupo B: energía y sistema nervioso.
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Minerales:
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Calcio: huesos y contracción muscular.
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Hierro: transporta oxígeno.
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Magnesio: relajación muscular y corazón.
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Zinc: defensas y recuperación.
➡ Una dieta rica en frutas, verduras, cereales integrales y lácteos asegura suficiente aporte.
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6. Antioxidantes y ejercicio físico
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El deporte intenso genera radicales libres, sustancias que dañan las células y producen fatiga.
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Los antioxidantes neutralizan esos radicales:
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Vitamina C (cítricos, kiwi, pimientos).
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Vitamina E (aceites vegetales, frutos secos).
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Selenio y zinc (pescados, marisco, cereales).
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Polifenoles (té verde, frutas y verduras de colores intensos).
➡ Ayudan a recuperarse mejor y retrasan el cansancio.
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7. La mejor dieta para el deportista
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Debe ser variada y equilibrada, ajustada al tipo de entrenamiento.
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Pirámide de alimentos: en la base hidratos de carbono, frutas y verduras; arriba del todo, el consumo ocasional (bollería, azúcares).
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Además de entrenar, la alimentación saludable es parte del “entrenamiento invisible” del deportista.
8. Ritmo de las comidas
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Lo ideal es hacer 4–5 comidas al día.
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Comer algo 2 horas antes de entrenar y recuperar después del esfuerzo.
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Reparto de energía recomendado:
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Desayuno: 15-25%.
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Comida: 25-35%.
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Merienda: 10-15%.
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Cena: 25-35%.
➡ Así se evita llegar con hambre excesiva y se mantiene la energía estable.
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9. Alimentación y competición
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Días antes: aumentar los hidratos para llenar los depósitos de energía (glucógeno).
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El día de la competición:
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Comida 3-4 horas antes: rica en hidratos, baja en grasa, sin platos nuevos.
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Durante el ejercicio: hidratos cada hora (40-60 g) y bebidas deportivas.
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Después: hidratos + líquidos para recuperar rápido las reservas.
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10. Hidratación y rendimiento deportivo
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El agua es vital: regula la temperatura, transporta nutrientes, elimina desechos.
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La deshidratación provoca cansancio, calambres y menor rendimiento.
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La sed no es un buen indicador, hay que beber antes de tener sed.
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Las bebidas deportivas ayudan a reponer agua, sales y energía durante el ejercicio intenso.
11. Adaptación a cambios de clima y horario
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Calor y humedad: se suda más, hay que beber más líquidos y reponer sales.
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Frío: aunque no se sude, también se pierde agua. Se gasta más energía en hidratos para mantener el calor.
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Jet-lag (cambios de horario): afecta al sueño y al apetito; una buena dieta e hidratación ayudan a adaptarse.
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